jueves, 30 de septiembre de 2010

1 de octubre de 2010

Algunas veces en la vida se alcanza un punto crítico donde todo se rompe y la realidad que uno ha conocido hasta el momento se tensa y estalla en mil pedazos. Entonces sientes que, como decía Nietzche: “la vida es una cuerda tendida sobre un abismo. Es peligroso pasar al otro lado, es peligroso avanzar, es peligroso mirar atrás, es peligroso pararse...”
Entonces, la grandeza del hombre está en la decisión que toma en ese instante, en esa valentía de hacer algo cuando cualquier cosa que haga se sabe que está abocada al fracaso.
La vida es camino y no un punto de llegada y todo en el hombre es muerte.
Esta noche pasada me he despertado con una sensación extraña de peligro y he comprendido que la vida no es más que eso: juego, peligro y decisión.
Ayer, mientras caminaba por la calle vi fugazmente a un hombre; era un vagabundo que empujaba una bicicleta. Tenía una barba gigantesca y vestía con harapos. Lo vi apenas una fracción de segundo y, no sé bien porqué, no quise mirar más. Tal vez fue sólo una visión. Tal vez se parecía a mí. No sé, pero no puedo quitarme su imagen de la cabeza.
Probablemente esto es una despedida. Ha sido bonito, muy bonito, de verdad, leer vuestros comentarios. Si puedo volveré, y por supuesto, siempre, siempre, seguiré escribiendo. Un abrazo.

El tipo de vida que quieres vivir

Repaso brevemente los últimos cincuenta años de mi vida y pienso: ¿qué he estado haciendo? Me duele la cabeza esta mañana y al final me rindo a la evidencia: no he hecho nada.
Soy un insatisfecho visceral. También soy un pesimista sin remedio. Me aburro de todo en poco tiempo y siempre necesito ir más allá. Lo único que me sigue a todas partes, desde hace muchos años, es mi escritura, pero: ¿para qué sirve esto? Supongo que tengo un problema de carácter. Me aburro.
Así que, ahora, esta mañana, cuando aún no ha amanecido, y el sol espera en algún lado su momento, me planteo: ¿qué tipo de vida quiero vivir?
Y no sé qué contestar a esa pregunta.
Y no sé qué contestar porque llega un momento en el que parece que uno ya conoce el final de todas las historias y te dices a tí mismo: y todo eso ¿para qué?, y uno comprende que las cosas pasan de largo, y apenas dejan rastro, y nada sirve realmente para nada, y sentir esa sensación de estar de vuelta de cada maldita cosa de la vida es bastante deprimente, la verdad, porque es como salir de una gran cueva después de estar mucho tiempo en la oscuridad, y al ver de nuevo la luz del sol no sentir nada.
Repaso brevemente los últimos cincuenta años de mi vida y comprendo que todo eso no es más que cobardía, y a pesar de que no encuentro ninguna respuesta convincente, miro la luz de este nuevo día que empieza y decido seguir luchando un poco más.

Qué hacer en un día de huelga

Decidirse a escribir con la mano siniestra mientras la diestra cuenta la historia a su manera y en el centro de todo vibra un dios apocalíptico que no sabe de gestos ni memorias y la pobreza brilla por encima de todo y el mundo gira y gira para nada. Punto. Me cago en todo este capital que nos oprime y claro, no consumas, me dicen, me aconsejan, pero yo estoy aquí, mirando como un tonto en ese escaparate, y no tengo trabajo entre los dedos y las uñas me crecen y se descascarillan pensando en como acabo el mes. Punto y aparte.
Y no me gusta esto.
Adónde vamos, dices, y eso ya no lo sabe nadie y me voy a hacer huelga esta mañana y no tengo dinero y me descontarán lo poco que me quede porque ese es mi derecho, y encima, por si esto fuera poco, seré el primero de la lista en mi trabajo.
Y todo esto es cultura y bienestar.
Todo acto de bondad resulta prohibitivo en estos días ciegos donde los maleantes viajan en primera, carteles en las calles que sí, que no, que sí. Cómo ha bajado esto cómo ha subido aquello.
Y dicen que hay que dar, que hay que empujar, que hay que arrimar el hombro y yo les digo a esos que mejor que se corten un poquito que roben menos y me dejen en paz. Punto y final.
¡Ah! ¡No! Que aún me dejo algo: y todos esos tipos y sus corporaciones, los fondos monetarios la bolsa los bancos Wall Street, me cago esta mañana en todos ellos, en sus economías, en sus cuentas ocultas en esos paraísos en todos los corruptos que revientan la vida y los mercados y en todos los corruptillos que no pagan impuestos ni los van a pagar, y los politiquillos que cambian sus principios cada vez que les cambia de dirección el viento, que no quiero ser yo el tipo que con su dinero arregle todo esto que ustedes se han cargado. Saquen su pasta, coño, y salven ustedes el planeta que a mi ya no me queda mas dinero.

martes, 28 de septiembre de 2010

Lo eterno

Amanecer de lluvia y esperanza. Dos corazones unidos bajo una manta. Ha regresado el frío y todo permanece en silencio. Siento que, escondida detrás de cada esquina, me espera una alegría. La vida continúa. Hay un sol, una luna, el brillo de unos ojos en medio de la noche, una mujer que aguarda un gesto tuyo, una determinada decisión, para acercarse a ti, tomarte de la mano, y llevarte a ese lugar único que existe y que te pertenece desde siempre. El sitio de la felicidad.
Pero hay que saber esperar, a veces hay que saber esperar toda la vida para llegar hasta un amanecer igual a éste. Hay que tener paciencia hasta que cada cosa respira de un modo acompasado, y crecen caricias a tu paso, y hay un momento extraño en el ambiente que sabe a hojas caídas, donde todo se encuentra en equilibrio, y así se pasa el tiempo.
La vida continúa esta mañana, y eso es gracias a ti, y yo te digo, mujer de labios transparentes, que eres como este amanecer de otoño en un bosque en silencio, y tienes el poder de transformarlo todo con tus gestos. Tú llevas el destino de mi vida, eres el corazón de este maravilloso sol que me ilumina a ratos. El espacio final donde todo se hace real, concreto, material.
Pero hace falta ser valiente para acercarse a este hogar tuyo que nunca tiene un nombre, seguirte por caminos, atravesar los prados, perderse en medio de la nieve en las alturas, y algunas veces, también hay que desafiar al mundo, luchar y comprender que esta lucha durará siempre, saber leer el rastro leve de tus pasos, perderle el miedo al frío y a la altura, para llegar a lo mejor de ti. Llegar al corazón de todo lo que eres.
Ahora lo comprendo: lo eterno duerme en ti, justo en tu centro.

lunes, 27 de septiembre de 2010

La vida es algo extraño

La vida es algo extraño; aquella noche ella y yo caminábamos, siguiendo el curso de un río, por el fondo de una garganta. Hacía mucho tiempo que había oscurecido y el brillo de la luna teñía de un color plateado la parte alta de los acantilados. A nuestro alrededor, en el fondo de la garganta, todo era oscuridad. El aire olía a hierba, a bosque y a humedad, y un silencio absoluto cargaba el ambiente de misterio. Mirábamos al cielo sin hablar. Sirio nos contemplaba.
De repente todo se iluminó y una estrella fugaz enorme, inmensa, tal vez un meteorito, cruzó el cielo frente a nosotros dejando un rastro de luz impresionante. Yo nunca había visto nada igual. Cuando todo pasó y el cielo quedó a oscuras de nuevo, nos abrazamos y nos dimos un beso. Nos sentíamos pequeños y un poco vulnerables en medio de todo aquello.
La vida es algo extraño. Los dos éramos felices. Al doblar un recodo del camino un animal huyó entre la vegetación y al mismo tiempo se oyó gruñir a otro muy cerca. Los gruñidos eran muy fuertes. Sonaba como si un animal enorme estuviera atacando a un jabalí. Las paredes de piedra del cañón amplificaban los sonidos y toda aquella oscuridad se llenó con el ruido de sus gruñidos. Ella se apretó contra mí. De pronto hacía frío. Algo se abrió paso entre las copas de los árboles, tal vez una rapaz que alzaba el vuelo. Por el sonido debía tener un tamaño considerable. La oímos alejarse conteniendo la respiración. Luego, todo el ruido cesó de pronto, y volvió el silencio. Nos detuvimos a escuchar durante un rato. Nos sentíamos observados por multitud de ojos. Yo pensaba si habría perros asilvestrados por allí o cualquier otra cosa que pudiera ponernos en peligro. Ella se agarraba muy fuerte a mi brazo. “Si ves perros, o un jabalí, no des ni una sola muestra de miedo”, le dije, susurrando.
La vida es algo extraño; seguimos caminando. Poco a poco regresamos a la seguridad de alguna carretera que nos llevaría hasta un pueblo y, poco a poco, fuimos dejando aquel cañón atrás. Nos relajamos. Cruzamos el río por un puente de piedra. El tiempo de la vida transcurría. Yo la tenía a ella y ella me tenía a mí. Las estrellas cubrían el cielo y yo podía sentir en cada poro de mi piel como, a cada instante, nacían y morían mundos, mientras nosotros dos caminábamos cogidos de la mano por esa carretera. Vivir era algo fascinante. Éramos muy felices, tan felices como puedan llegar a serlo dos pequeños seres humanos que tratan de sobrevivir al caos de todo este mundo tan nuestro.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Historia de un medio aniversario de una historia de amor contada a toda prisa

Nos encontramos en uno de mis sueños. Yo le dije: “el verdadero cielo guarda sus llaves en el cajón segundo de mi armario”. Ella me miró fijamente un momento y luego sonrió. Yo pensé: te lo juro, te quiere, te quiere un poquito. ¡Caramba! No las tenía yo todas conmigo, la verdad, ¿cómo puede quererte a ti, un viejo amargado-demacrado-y-gruñón, una mujer princesa sirena que echa chispas de sus ojos marrones con calcetines a rayas impares discontinuas?, ¡pero qué luminosidad, amigos! Os cuento: el sol se ponía en las peceras del mundo tiñendo de colores las nubes y los peces (aunque los peces de colores siempre parecen estar teñidos, y eso, a ellos, también les da igual, porque están a sus cosas, pero esa es otra historia y no voy a contarles ahora –lo siento, de verdad, lo siento, no puedo-, sus secretos).
Era el veinte de abril del año dos mil diez a las diecinueve y veinticuatro horas de la tarde, y mientras dios, buda o la Naturaleza, estaban a su rollo, ocupados en teñir los peces de colores pasamos al siguiente valle, discutiendo un poquito –lo voy a contar un poco más abajo-, y ascendimos por un paisaje agreste (rocas, nieve y todo eso, tú ya sabes). Algunos pájaros cantaban a lo lejos, escondidos entre las copas de los árboles, y se decían todo ese tipo de cosas que se dicen los pájaros cuando no los molestan, y mientras tanto unos ciervos o lo que sea de eso que se oye pero que nunca se ve hasta que lo ves, ¿lo ves?, ¿lo ves?, escaparon corriendo, pero bueno, vamos a lo importante: ella me enseñó a caminar despacio entre los brezos. “Este es mi paraíso”, decía, y se la veía orgullosa (le brillaban los ojos muy adentro). Yo también observaba el lugar con mis mejores ojos de experto creidillo enterado color gris montaña, y al andar trataba de no aplastar los brezos, la hierba, ni ninguna otra cosa de su monte porque ella me miraba de reojo todo el tiempo. ¡Cuidado no la fastidies ahora!, me decía a mí mismo, entre dientes, mientras avanzaba. Un momento, que me tomo un café y continúo, ¡qué sueño!.. Ya está.
Había nieve. “Vamos por aquí, no; vamos por allá, que no: vamos mejor por aquí, por ahí no se puede, que sí, por allá… “¡Oye, que esta es mi montaña!”. Listilla. ¡Mi ángel! (un beso). Me quería. Seguimos. Hacía frío. Se nos hizo de noche. Te cuento: poco a poco fuimos subiendo hasta que nos bajamos y la nieve crujía. Muy abajo había un lago y aquello era la gloria, la verdad, y yo no imaginaba que un tipo como yo tuviera tanta suerte y la quería y hoy, esta mañana, a las siete cincuenta y nueve horas, medio muerto de sueño aún la quiero y por eso lo escribo y en fin… Fin.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Todo lo bueno

Aunque aún es de noche de pronto amanece en mi alma. Salgo a la calle. Respiro. Respiro hondo: hace fresco, pero puedo sentir de una manera intensa como por encima de estas nubes oscuras brilla el sol. Y empiezo este día con una sonrisa de esperanza entre mis labios y una buena canción, mientras todo este mundo loco despierta a mis sentidos.
Cada cosa que digo, cada cosa que hago, cada mínimo gesto, trabaja para construirnos un destino mejor. Y la vida transcurre ajena a esto. Las cosas continúan -todo llega, pasa y se va, camino de ninguna parte –los hombres, las mujeres, los días y las noches, los rostros, los paisajes…-. Somos tan poca cosa, pero ella y yo seguimos juntos de un modo misterioso. Y es tanto el destino que late en nuestros corazones que no existe un milagro más difícil, más raro, más extraño, que yo pueda encontrar que este permanecer unidos, juntos nosotros dos.
Y así pasan los días y así pasan las noches, mientras vamos dejando atrás un reguero infinito de demonios que no pueden seguir el ritmo que marcamos. Y la vida tiembla de vida, y la muerte tiembla de muerte, y se aburre y se marcha, y crece a cada instante nuestra felicidad.
Cada lucha ganada, cada lucha perdida, cada instante en el alma, nos hace más eternos, cada nueva palabra pronunciada en sus labios, nos hace mejorar. Y una vez, y otra, y otra, después de tocar cada cielo, regresamos de nuevo a este suelo nuestro de cada día, ponemos la ropa sucia en la lavadora y tratamos de continuar.
Y me digo a mi mismo: tranquilo, no te espantes, pequeño corazón lleno de miedos, todo tiene un sentido. Seguimos caminando. La vida es sólo esto, y todo esto no es más que un juego (un juego sencillo y complicado que nadie te puede enseñar a jugar).
Y me digo a mi mismo: no olvides escribir más tarde todo lo bueno que te va a ocurrir hoy.