lunes, 10 de noviembre de 2008

¿Qué voy a hacer ahora?

Mario guardó silencio. Cuando Clara se enfurecía era mejor no decir nada. Esperaría a que pasara la tormenta. Clara se despachó a gusto. La habían echado del trabajo y estaba enloquecida. Mario aguantó los primeros veinte minutos sin pestañear. A veces asentía con un gesto. Parecía que no iba a acabar nunca. Mario se levantó, fue hasta la nevera y cogió una lata de cerveza. Clara seguía hablando Abrió la lata y comenzó a beber.
-¿Me estás escuchando? -dijo Clara sentándose en el sofá del comedor.
-Te escucho -contestó, mientras volvía al salón.
Clara continuó:
-¡Han sido veinte años! -dijo, tapándose la cara con las manos-, ¡veinte años de trabajo! ¡Veinte años de quitar mierda a los jodidos pacientes de ese hospital! ¡Veinte años de volver a casa y poner la lavadora! ¡Veinte años de fregar los platos y aguantar tus rarezas!, ¡veinte años de cuidar de mi madre y de tu asquerosa madre! ¡Veinte años pagando esta maldita casa!.. ¿Y ahora que? Ahora me han despedido. ¿Sabes? ¡Me han despedido! ¿Me oyes? ¡Qué!, dime, ¡qué! ¿Qué vamos a hacer ahora? ¿Es que no tienes nada que decirme?
Mario no dijo nada. Se sentó en el sofá. Oyó toser a su vecino al otro lado del tabique. Bebió otro trago de cerveza. Quería decir algo pero bajó la vista y entonces vio la alfombra. La miró detenidamente. Había envejecido. Recordó como hacía veinte años llegaron achispados de una fiesta e hicieron el amor justo donde él pisaba ahora. La alfombra estaba sucia, se había deshilachado en las esquinas. No parecía ya la misma alfombra. Clara se levantó de pronto y se fue a la cocina. Poco después se oyó el ruido de platos en la pila. Clara lloraba. Se la oía sollozar. Mario no dijo nada. Pasó un buen rato. Los sollozos se fueron apagando. Mario permaneció mirando aquella alfombra, sin decir nada, bebiendo, hasta que se quedó dormido.

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