jueves, 13 de noviembre de 2008

Contenedor TN-85

Se llamaba Marcel. Le conoció en el bar de la casa okupa. Tenía veintiséis años, nueve mayor que ella. También tenía los ojos verdes y un acento francés que la hacía temblar. Fumaron marihuana y bebieron ron toda la noche. Marcel decía: “la gente no hace nada porque aún no se sienten directamente amenazados, están dormidos, pero nosotros no, nosotros lo hemos comprendido, se están cargando el mundo, no queda mucho tiempo, tenemos que luchar”.
Hicieron el amor en un cuartucho de aquella casa abandonada, entre unas cajas de cartón y un par de bicicletas. Antes de amanecer, Marcel le dijo a Eva: ¿porqué no te vienes conmigo a Francia?
El viaje en tren fue una experiencia inolvidable. Marcel era maravilloso. Pasaron todo el tiempo juntos, abrazados, en un rincón al fondo del vagón. Marcel quería a Eva y Eva quería a Marcel.
Cruzaron la frontera y llegaron a Francia, a un lugar llamado League. Era casi de noche. Allí se reunieron con otros compañeros. Durmieron en un saco de dormir. Marcel intentaba encontrar una postura un poco confortable, pero no había manera, lo único que se podía hacer en esa posición era besarse. Estaba amaneciendo. Marcel decía: “¿Qué crees que estás haciendo tú por mejorar el mundo? ¿Qué estoy haciendo yo? Aún no hemos hecho nada. ¿Sabes? Tenemos que empezar a sacudir conciencias. ¿Cómo puedo vivir y no sentir que soy una basura, quejarme de mi mala suerte, comerme un filete en un bar, mientras hay niños que se mueren de hambre en un país del tercer mundo? Dime: ¿no sientes que eres cómplice de todo éste engranaje que está esquilmando el mundo y acaba con la vida de millones de seres cada día? Eva sintió que estaba enamorada.
Al día siguiente viajaron en un coche hasta Gorleben, al norte de Alemania. Se escondieron junto a otros grupos en un bosque hasta que llegó, al fin, el tren que transportaba aquellos residuos nucleares. Salieron de improviso. Hubo mucha tensión. Eran unos doscientos. Tres jóvenes franceses se habían encadenado a una de las vías. Eva pensó que el tren los arrollaba. Saltó como una desesperada, gritando con los otros, hasta que paró el tren. Lo habían conseguido. Habían parado el tren. Estaba entusiasmada. Marcel reía y la besaba. Cantaron y bailaron en medio de las vías.
De pronto se oyeron sonar unos silbatos. Llegó la policía y cargó contra ellos. Uno pegó a Marcel y otro la pegó a ella. Un perro la mordió una pierna. Sintió un golpe en la cara y un dolor muy fuerte. Perdió el conocimiento. Se despertó esposada en un furgón, apoyada en un chico que no conocía de nada. En total eran diez, en un lugar estrecho. Los otros hablaban Alemán. Oyó gritos y unos disparos, pensó en Marcel. Estaba mareada.
Ahora son las doce de la noche. Eva nunca había estado en una celda. Todo está limpio y en silencio, nada que ver con lo que sale en las películas. Si no es por los barrotes se diría que está en un hospital. Le duele la cabeza. Tiene el labio terriblemente hinchado y la ropa manchada de sangre. Eva piensa en Marcel. Se toca la cara con la mano. Le duele tanto. Intenta pasarse la lengua por los labios. De pronto se da cuenta. Se le ha caído un diente. Eva pasa la lengua con cuidado por el hueco del diente. Nota un vacío inmenso. Se tapa la cara con las manos y se pone a llorar. No se oye nada más, el resto de las celdas está en silencio.

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