jueves, 15 de abril de 2010

Sobre el amor y el tiempo

Esta mañana llueve: el invierno ha venido de nuevo, y de pronto, la casa está fría, en silencio. Toda la soledad del mundo ha venido a posarse aquí, sobre mi alma, mientras escribo esto.
Las horas pasan lentas estos días y siento como una capa de melancolía se pega a las paredes sin remedio. La espera se me hace interminable y no encuentro ni una sola razón para existir sin ti. Si tú no estás aquí todo pierde el sentido y el tiempo se escapa, se desliza y se pierde, de un modo irremediable, calle abajo. Mi corazón se muere de tristeza en este mundo gris, mojado y frío.
Esta mañana llueve y yo miro por la ventana y pienso en estas cosas del amor. Comprendo que el verdadero amor, ese amor infinito y profundo que se da raramente entre dos almas que ha unido algún destino extraño, no tiene fin, no acaba nunca. Ni siquiera la muerte o el tiempo tienen la fuerza suficiente para apagar su luz.
Esta mañana llueve; el agua de la lluvia resbala sobre el cristal de esta ventana abierta hacia el vacío y el cielo entero parece llorar nuestra separación. Esta mañana llueve, y de pronto comprendo, con una intensidad indescriptible, que el amor es entrega total, es disculpa, es perdón, es paciencia, es ternura… Es convertir los anhelos del otro en tus propios anhelos, es hacerla feliz, es sentir lo que siente, es amar cuando ama, es sufrir cuando sufre, es perder cuando pierde y ganar cuando gana, entender sus razones, comprender sus motivos, desear sus deseos, compartir sus promesas, su dolor y sus sueños.
Esta mañana llueve: es un día gris, un día triste. Un día de separación y lejanía. Afortunadamente, el verdadero amor es lo único que está por encima de toda esta lluvia, de toda esta distancia, de toda esta separación. Tal vez por eso este amor es algo tan fascinante e inmenso, tan capaz de esperarte sin pensar en el tiempo.

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