lunes, 5 de abril de 2010

Esta noche

Esta noche he soñado palabras que salían de mi alma, como peces plateados, y dejaban mensajes de fuego en el cielo. Y en la puesta de sol bajo el olivo he comprendido que amar es siempre hacerse mundo para entregarse a otro, que no hay nada mejor que ese ofrecerse. Y crecer y vivir con esa dignidad profunda del hombre de espalda plateada que descansa a la sombra de un árbol centenario en la orilla del río de la vida.
Me detengo en las cosas, y en el atardecer del mundo, con mis cinco sentidos, atravieso los estados del tiempo y el de todas las formas, y aprendo que nada sabe aquel que aún no ha perdido en su vida algo importante, de un modo definitivo y sin remedio. Y la vida es viaje a través de ese conocimiento y el dolor y el sufrimiento también parecen ser de alguna forma necesarios y juegan su papel en el viaje que lleva hacia la Gran Felicidad; esa felicidad que sólo algunos pocos, tercos, valientes, soñadores, han sido capaces de encontrar.
Ayer sólo creía en la belleza, hoy creo, sin embargo en la bondad, que cae como una lluvia, serena y muda, empapando de vida los campos, en la fuerza infinita del amor y, por Dios, claro que sí, también en el talento. Y creo en ti, pequeña, que te guardas el cielo y la puesta de sol en el bolsillo cada tarde y te lo llevas contigo hasta tu casa.

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