martes, 13 de julio de 2010

El arte de la vida

Seis de la tarde. Mes de julio. En casa la temperatura es casi de treinta grados -veintiocho con cinco, para ser más exactos, veintinueve al acabar de escribir esto-. Se hace difícil pensar con este calor, se hace difícil conservar el buen humor, respirar o mantener siquiera a salvo una sonrisa, pero lo intento.
Ahora que hace tanto tiempo ya -el tiempo es una cosa relativa-, que empecé este viaje, comprendo que no existe un lugar que no haya visitado, que no existe un recuerdo, un rostro, una experiencia, que no haya percibido en mis sentidos, y sin embargo, también es cierto que aún no he visto nada, que no he aprendido nada, que no he entendido nada, y que aún no he comenzado a caminar.
Tal vez llega un momento en nuestras vidas en el que no se trata ya de ver ningún otro lugar -eso no significa lo que piensas-, sino aprender a ver de un modo diferente los lugares del alma que un día visitamos. Aprender de una vez, a ver y a comprender, con los ojos de la sabiduría.
Cada día nos entrega el tesoro del vivir, la sed y el hambre de existir, de estar en el planeta, la posibilidad de luchar por conservar lo mejor de nosotros mismos. Vivir con todo el corazón y toda el alma requiere de un continuo esfuerzo. Crecer y mantenerse a salvo, sentir, por encima de todo; esquivar lo triste y lo mediocre de la vida. Da igual lo que suceda, da igual lo que nos digan. No te dejes morir, lucha con toda el alma, busca con todo el corazón el tiempo que haga falta. No pierdas la esperanza; rebélate y mantente vivo.
Vivir es nuestra obligación: crecer, comprometernos, trazar nuestro camino, amar, crear, vibrar, sentir, tratar de ser felices y hacer felices a la gente que amamos... Siempre y en cada instante.
Esta tarde del mes de julio no debes dejar que te derrote el miedo al existir o la tragedia, la enfermedad, los años, la desesperación, el pasado, el dolor, la rutina, o cualquiera de ese tipo de cosas que nos acechan siempre bajo la apariencia de un cansancio tenaz, que nos supera.
En esto consiste el arte de la vida.
Seis de la tarde. Estamos en el mes de julio y parece que hoy hace demasiado calor para estar en la vida, y sin embargo yo dejo de escribir y salgo a conquistar esta tarde que ya no volverá. Recuerdo una estrofa de una vieja canción que decía: “la vida te espera en un sitio cualquiera...” Tal vez no era exactamente así. Da igual. Me marcho, que la vida me espera, y no pienso perderla en el camino. Haz tú lo mismo también y nos encontraremos. Será fácil reconocerte. Llevarás en tus ojos ese brillo especial de los que luchan siempre por seguir vivos.

No hay comentarios: