martes, 22 de junio de 2010

Se fue la primavera

Se fue la primavera y dejó atrás un universo de senderos. La vida era aquello. Las palabras del mundo, infinidad de detalles, de historias escritas en el aire. Todo nuestro pasado, juntos, con su carga de eternidad. Cada momento vivido contigo y todo lo que me diste durante aquellos meses de primavera se materializó de pronto, en aquel océano inmenso, azul, vibrante, tan lleno de experiencias y de sabiduría.
Hoy era un día azul y todo se elevaba hacia lo alto. Estábamos en un acantilado inmenso, frente al mar. Yo era feliz, el verano empezaba. Había mil anhelos en el aire; la vida entera era un sólo proyecto que se multiplicaba contigo a cada instante. Cada noche, tu espalda era un camino, cada flor encerraba una palabra, cada piedra un paisaje, cada nube en el cielo era un reflejo de nuestra libertad.
Recorrimos playas desiertas, calas donde nunca había llegado la tristeza, dunas fosilizadas, cactus, rocas, nubes blancas llenas de sol, ríos de lava, volcanes, aguas desconocidas, profundas, cristalinas, donde nadamos juntos… Y en cada recodo del camino, se escondía, perfecta, toda esa gran felicidad de un mundo que habíamos descubierto y conquistado para nosotros dos, y que ahora nos seguía dócil, frágil y misterioso, como un pequeño gato enamorado.
Yo te observaba subir aquellos puertos sobre tu bicicleta, te veía luchar contra el viento caliente que nos traía la tarde. La brisa de la mar levantaba pequeños remolinos en tus ojos, tu pelo se enredaba en los rayos de luna, tus manos eran pájaros posados sobre la eternidad. Al borde de aquella carretera el tiempo era un secreto que se nos desvelaba lento –pequeños saltamontes, serpientes, lagartijas, preguntas sin respuesta, deseos, aventuras…- La noche nos encontró abrazados, muy juntos, sobre la palpitante arena de una playa desconocida. La puesta de sol era un incendio y allá en mi corazón yo guardaba cada momento vivido aquellos días con una intensidad desesperada. Recuerdo que llevabas en tus labios todo el sabor a sal de aquel instante que pasamos muy lejos, perdidos en el mar. La arena de las dunas guardaba el calor de tu cuerpo, la noche, las estrellas, el viento de la vida te arropaban. Aquella primavera viví contigo en un lugar sin nombre, perdido en un rincón del paraíso. Un sitio inalcanzable donde nacen los sueños de los hombres.

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