martes, 29 de junio de 2010

Con las manos vacías

Amanece en este punto concreto de la tierra. Sale el sol y el campo se despereza con un suspiro amable. El agua de río murmura entre las piedras. Hay plantas acuáticas, insectos que zumban en el aire, destellos de colores suaves que se confunden con esta luz primera, cientos miles, millones de cosas se dirigen en este instante hacia alguna parte o giran en círculos configurando el misterio de un ciclo interminable. Siento como un escalofrío me recorre la espalda. Amanece: es de día otra vez. La vida sigue.
Este pequeño hecho, apenas algo intrascendente en este universo en el que vivo, me fascina de un modo extraño esta mañana. Todo está en paz. Me paro a tratar de comprender lo que esto significa, pero no entiendo nada. Lo único que puedo hacer es intentar sentir este fugaz amanecer con toda el alma.
Hoy hay una tranquilidad perfecta en el ambiente. Anoche hubo tormenta. El pueblo está en silencio. Un gran ave rapaz vuela sobre los campos. En el pequeño cementerio que hay fuera del pueblo, el viento ha derribado algunas flores que ahora yacen esparcidas en la hierba. El tiempo parece haberse detenido en este pequeño cementerio. Leo nombres y fechas. Principios y finales; ochenta años de vida, setenta, sesenta, treinta y dos... Hombres, mujeres... Ancianos cargados de pasado. Seres que vivieron aquí, que contemplaron esto. La vida continúa. Miro a mi alrededor: el pueblo está en el fondo de una inmensa garganta. Las paredes de piedra tienen tonalidades grises, rojizas, azuladas... Hay un silencio limpio en el ambiente, un cielo despejado; es como si este lugar viviera al margen de este tiempo fugaz en que vivimos los que estamos de paso por la tierra.
Miro a mi alrededor: el agua del arroyo contiene las respuestas. Mientras tanto, ella aún duerme sobre la hierba. Ella, principio y fin, de todo esto que siento.
Yo sé que sólo soy un hombre con las manos vacías, pero qué bueno es vivir este día, sentir en este instante, de nuevo, en esta vida. Una vida que empieza con este nuevo amanecer, y que me llama a gritos por mi nombre, pidiéndome que viva hoy con toda el alma.

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