domingo, 15 de noviembre de 2009

Cerrado por tristeza

Había abierto su tienda cada día durante los últimos cuarenta años y esta mañana, parado frente al cierre de hierro de la puerta, había sentido un cansancio brutal. De pronto, piensa si mereció la pena, si tuvo algún sentido, si todo ese trabajo sirvió para ayudar a alguien o sirvió para algo. Había pasado los últimos cuarenta años de su vida en esa tienda, rodeado de frutas y verduras, abriendo y cerrando cada día, pensando que esa era su función, lo que daba un sentido a su existencia. Ahora debía reconocerlo; no había conseguido ser feliz. Pasan las horas, transcurre mucho tiempo, y el hombre, que se ha sentado en el bordillo de la acera, observa como pasa la gente, observa sus rostros, sus miradas, y decide que nunca más volverá a abrir.

No hay comentarios: