miércoles, 11 de noviembre de 2009

En la periferia

Es una tarde cualquiera en las afueras de la ciudad. Es otoño pero hace frío de invierno. Camino por una calle desierta mientras se pone el sol. Soledad y silencio. El cielo, cubierto de nubes de tormenta, posee los múltiples matices de un día que termina. Tonalidades rojas, azules, amarillas, violetas, grises, negras. El viento ha tirado unas vallas y un olvidado andamio se balancea en el vacío allá en lo alto de la obra abandonada. Este iba a ser un barrio con gente y casas nuevas, pero ahora ya no es nada. Demasiados ladrones robando al mismo tiempo. Banqueros, constructores, políticos de medio pelo, empresarios corruptos… Todos se largaron con el dinero. Un dinero robado a los de siempre –los jóvenes, los viejos, los padres de familia, la gente que trabaja cada día-, todos esos que tienen que vivir en medio del desastre que hace que se enriquezcan ellos. Camino y miro al suelo. Mis pies levantan polvo. Polvo que arrastra el viento. Otro día termina. Ilusiones y sueños se van con ese viento.

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