miércoles, 18 de noviembre de 2009

Un mundo en marcha

Los soldados regresaron victoriosos, traían sonrisas en sus caras. Junto a ellos, venían los nuevos cadáveres del mundo. Estos últimos, un poco más discretos, sólo traían un nudo en la garganta y una bala en el corazón. Todos juntos salieron en las noticias de la noche y una voz amigable decía que habíamos ganado la batalla. Estos jóvenes eran el orden, la fuerza y el futuro. Lo mejor y más grande de nuestra civilización. Daba gusto verlos formar en la pista del aeropuerto; oír aquellos himnos, toda esa exaltación… La patria era importante, los héroes necesarios, y esa gran seriedad en las formas resultaba fundamental. Los políticos, los traficantes, los banqueros, los que mueven los grandes capitales, se daban la mano entusiasmados y se felicitaban. La vida es esto, se decían unos a otros. Había que protegerse; y un dirigente pronunciaba grandes palabras que ya habían sido dichas antes hasta la saciedad.
Mientras, en la casa de un barrio marginal, sonaba un teléfono que no cogía nadie, y en la mesa quedaba una foto olvidada, y en el rellano del primer piso, en un rincón de la escalera, perdido para siempre en la penumbra, un corazón con dos nombres grabados se borra en la pared con el paso del tiempo, y ya nadie recuerda quien fue el que lo grabó.

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