miércoles, 8 de septiembre de 2010

cada recuerdo

Cada recuerdo tuyo no era más que un reflejo en el agua del río y en el cielo se escribían, de pronto, las palabras eternas. Luego, cuando al caer la tarde, te enfrentabas a todo lo nuestro, las cosas ya no eran tan sencillas, y tu alma se llenaba de puntos y de comas. Y era el tiempo en que el cielo jugaba con nosotros, pero había que seguir, pertenecer al mundo, y por eso seguíamos allí, como siempre, luchando en la ciudad sin nombre, junto a los viejos perros.
Yo desaparecía en la bruma y el frío y a veces perdía el corazón; tú eras más alegre, te levantabas tarde, corrías junto al tren, y la vida corría tras de ti, hasta que todo se volvía azul y nevaba de nuevo el sol sobre tu cabeza. Pasaban las estaciones y seguíamos juntos, uno al lado del otro.
Yo empecé a escribir en un cuaderno el relato de cada instante feliz de nuestra vida. Escribí aquel cuaderno deprisa, saltando el abismo de mi desolación, sintiendo en mi interior que era fundamental que se salvara algo de lo que habíamos vivido cuando llegara la destrucción del mundo. Y escribía en pasado, como si algún desconocido fuera a leer aquello en el futuro, después de mucho tiempo. ¿Para quién escribía?
Un día regresaron los demonios, venían a buscarte y yo salté sobre ellos. Eran grandes y oscuros, pero los derroté –mi armadura, abollada y cubierta de sangre, y mis armas, antiguas y rotas, pero los derroté-, y seguí tu camino y tus pasos. Tú reías aquella mañana. Nos largamos de fiesta. Daba gusto verte sonreír y yo supe que nunca había querido a nadie de ese modo.
Y la tarde y la noche siguieron su curso, y construimos montones de castillos en la arena caliente de las playas, y esa era exactamente la forma más completa de la felicidad. Nos quitamos las máscaras, ya no había secretos. Te gustaban los gatos. Yo escribí en mi cuaderno: “le gustan los gatos”, no quería olvidarlo, y también aprendí a dibujarlos. Tú les dabas un nombre a cada uno de ellos; los llamabas: “deseo, cariño, viaje, cien besos…” Cada gato era un mundo, como tus sonrisas…

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