lunes, 13 de septiembre de 2010

Todo da igual

Era mujer, tenía cada cosa en su lugar. Hubieran sido necesarios trescientos cataclismos para que ella cambiara uno solo de sus asombros… Siempre con la mirada fija en ese mismo punto del espacio. Siempre.
Pero eso era el pasado.
Son las cinco de la mañana; pronto amanecerá. Los astros permanecen aún por un momento clavados en el cielo, como esas mariposas tristes en las vitrinas del museo de ciencias naturales. Yo espero, mientras tanto, sentado en una esquina de mi vida, a que todo amanezca.
Pero este mundo absurdo apenas me resulta triste esta mañana. Olvido mis problemas. Los seres que habitan el planeta aún no han despertado y yo camino ya entre mis recuerdos. Suspiros, despertares, amaneceres rotos junto a cientos, a miles de esperanzas. Sueños, proyectos, metas… Recuerdos de un pasado que no existe. Acabar la labor es complicado. Misiones de una vida que creía imprescindibles, no son más que montañas que viven sumergidas en el mar. No queda tiempo ahora. Ha comenzado a tomar forma la imagen de un destino inevitable y sin embargo aún quiero.
¿Dónde se esconde el ángel que guarda las mareas?
No soy más que un recuerdo colgado de un alambre, un suspiro fugaz que dobla la siguiente esquina, una sangre feroz derramada en la acera, un piano que no suena, un reloj que no anda, un pájaro demente que no sabe adónde emigrar.
A veces siento que no soy más que un árbol que cambia su corteza cada día. Y cansa, y duele y duele.
Pero todo da igual: aún me llega un poco de ese aire tuyo a los pulmones. Me caigo, me levanto, atravieso las horas de mi vida, le canto a las sirenas y a los perros, a todos los que un día volaron y ya no volarán. Preséntame esta tarde a una nueva desconocida, preséntame un dolor, un vértigo, un cansancio, un sueño que perdió sus alas, un tormento de dios, una nueva experiencia. Preséntame un nuevo deseo, una lucha que no pueda ganar, una experiencia intensa, un giro del destino, una nueva conciencia, un gesto en un rostro distinto, una luz de esperanza, una nueva belleza, y yo los guardaré bajo mi almohada igual que lo hice ayer, igual que lo hago hoy, ahora, esta mañana.
¿Dónde se esconde el ángel que guarda las mareas?

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