miércoles, 15 de septiembre de 2010

Perder

Ella quiso ser fuerte y enterró sus recuerdos. Perdió sus lugares antiguos, cambió sus amarres. Hundió cada barco que llegaba a su puerto, se borró la memoria y escribió algunos versos. Pero luego, un buen día, despertó del silencio…
…Eran las cuatro de la tarde cuando abrió los ojos. No recordaba cómo ni cuándo se había dormido. Miró alrededor: la casa parecía diferente. El silencio era absoluto y se hacía pesado respirar. Si tuviera un amigo, pensó, si al menos tuviera un amigo…
Su hogar, ahora, era un lugar extraño, que no reconocía. ¿Dónde estaban los dioses que tanto había admirado en el pasado? Sobre la mesa había una fotografía rota. Miró el reloj, luego miró al suelo y vio la hoja de papel. Era una hoja de calendario; uno de esos calendarios de pared. Correspondía al mes de septiembre del año dos mil diez.
Quince de septiembre, murmuró. Quince de septiembre: mi cumpleaños. Alguien había marcado una cruz con un rotulador azul sobre este día. Alargó la mano y se sirvió un trago. Aún no se había incorporado totalmente y la postura de su cuerpo recordaba a una de esas personas que yacen, enfermas desde siempre, en la cama de un hospital. Bebió, tomó un par de pastillas. La tarde se precipitó en un pozo. Un pozo negro donde ella no encontraba su lugar. Estaba despeinada. Su imagen ya no se reflejaba en el cristal. Caía la tarde. La luz se fue apagando. La casa era un lugar extraño, vacío, absurdo, frío…
…Ella quiso ser fuerte y enterró sus recuerdos… Pasó mucho tiempo, pero luego, un buen día, despertó del silencio…

No hay comentarios: