lunes, 13 de abril de 2009

Bajo la lluvia

Ella llegó tarde, como de costumbre, y para entonces el espíritu de él ya se había impregnado de lluvia y soledad. Hacía viento, el tiempo había cambiado. Cuando ella llegó le dio un beso en los labios. Él murmuró una excusa apresurada y se marchó. El mundo se había congelado.
Ella le vio marchar y, mientras se alejaba, pensó que las almas enferman también de soledad, como los árboles que arraigan demasiado alto en las montañas. Era justo en ese momento en el que la ciudad encendía sus luces. Ella se estremeció: por la calle vacía caminaba de nuevo el frío invierno.

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