martes, 28 de abril de 2009

El contorno de un sueño

Dedicó mucho tiempo a dibujar el contorno de un sueño. Tanto, que ahora ya no podía recordar cuándo o cómo empezó. Un día imaginó una historia y entonces tuvo una visión. El mundo no era eso que los demás y él mismo imaginaban. Aprendió a observar atentamente las cosas diminutas y las inmensas, el cielo y el infierno que existe en cada aspecto de la vida, los gestos de los seres animados, el modo de hablar de los objetos, su forma de relacionarse creando inmensas redes de causas y de efectos, cada mínimo aspecto de toda la creación ─unos labios, un gesto, la forma de morir de alguna estrella─. Ya no podía recordar cómo ni cuándo empezó a mirar y a sentir de esa manera, pero sí recordaba que entonces comenzó un viaje hacia lo más profundo de cada percepción. Escribir era su forma particular de resistencia, su vida y su elemento. Todas aquellas historias, reflejos de su modo de ver la realidad, se fueron convirtiendo en su universo, su anhelo, su alma y su pasado. Lo material del mundo se fue desdibujando mientras él se perdía, cada noche más lejos, cada noche más alto, en esa inmensidad azul de sus vivencias, hasta que todo tuvo un sentido final que aún no era capaz de definir, pero que surgía, día tras día, despacio entre la niebla, adquiriendo la forma, sólida e imponente, de un espacio particular, como un hogar construido en medio de la nada, un castillo flotando en el vacío, un firmamento propio situado en un punto del tiempo que ejercía en él una intensa fascinación. Mientras tanto, la fuerza de su percepción crecía a cada instante, cada noche se hacía más intensa, más grande, más potente, hasta que un día sintió con toda claridad que allá en su corazón se estaba transformando el universo.

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