lunes, 13 de abril de 2009

Marcharse

Ella le dijo que él sacaba lo peor de cada ser humano. Él no entendió. Se había levantado viento y unas cuantas gaviotas se dejaban llevar flotando en el aire limpio y fresco de aquel atardecer. Él no entendía nada de lo que le reprochaban las mujeres, sólo sabía que siempre sucedía igual. Mientras ella le hablaba pensaba en que era muy sencillo echarle la culpa a los demás de nuestros propios fracasos, que era muy simple y muy sencillo soltar este tipo de cosas y no saber reconocer hasta que punto uno era el culpable de no ser capaz de entender.
Mientras caminaban por aquel espigón rodeados de un mar gris pensó en que sería muy sencillo responder, pero no merecía la pena. Tal vez ella, a pesar de todo aún le quería, pero él ya se había ido y nunca más iba a volver. Una gaviota se posó sobre una piedra, el aire olía a mar, el mundo respiraba como un ser vivo cargado de esperanza.

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