miércoles, 15 de abril de 2009

Visiones del dragón de la ternura

La observó mientras descendía por el acantilado. Su pelo agitado por el viento, su falda, aquel grueso jersey de lana, y sus manos, finas y blancas, agarrándose a la hierba. Él esperó allí arriba a que ella regresara. Estaba sentado en la hierba; el viento traía un fuerte olor a mar y el aire llegaba cargado de humedad. Era temprano aún y el mundo estaba en silencio. Cuando llegó a la orilla se volvió y le saludó agitando un brazo. Él, desde la distancia, podía imaginarse cada uno de los gestos de su rostro: sus labios, su sonrisa, y hasta el brillo de aquellos ojos. Mientras la contemplaba, pensó en que podía pasar el resto de su vida así, sentado allí, sobre la hierba, tan sólo contemplando a esa mujer que ahora recogía conchas en la arena.

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