miércoles, 20 de mayo de 2009

El anciano

El anciano cruza la calle y se interna en el parque. Es una mañana clara del mes de mayo y el cielo esta completamente azul. Cantan los pájaros. En la rosaleda, los rosales han florecido. El anciano camina despacio, contemplando las rosas. Las hay de todas clases: rugosas, damascenas, virginianas, trepadoras, chinas… Rosas en miniatura, pequeñas rosas de aspecto abigarrado, que balancea la brisa. Hay otras amarillas, blancas, anaranjadas… Rosas grandes, brillantes, enormes rosas rojas…
Ligeramente mareado, el anciano se sienta en un banco de piedra. Saca un papel de su bolsillo. El anciano suspira, recuerda sus pasiones, secretos, utopías… Recuerda el frío de su juventud, el dolor que sintió aquel día, la pérdida, el silencio. El anciano piensa en la soledad, en la lucha por la supervivencia. Recuerda lo que fue, su hambre de vivir, la pasión con que defendió sus sueños. El anciano mira el papel: abajo, a la derecha, destaca en tinta negra la firma estilizada de su médico. Su condena de muerte.
El anciano levanta la mirada. Mira el cielo y las rosas. Siente un dolor profundo. Hay tanta vida hoy en el ambiente.

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