jueves, 7 de mayo de 2009

Reflexión

   En aquel tiempo yo había descubierto que no sabía nada de nada. No sólo no sabía quienes eran los demás, ni llegaba a entender las extrañas razones que los movían, sino que tampoco sabía quién era yo mismo, pero... ¿Quién sabe realmente quién o qué es?

  Le di muchas vueltas a la idea que tenía de mí y a la forma en cómo me veían los demás. Oía sus comentarios cuando pasaban a mi lado, les oía cuchichear, estudiaba sus gestos... Alguna vez me señalaban. Una tarde -se había ido la luz en la oficina-, Marta, la chica que trabaja en la mesa de la esquina, puso su mano sobre mi y la mantuvo allí, caliente y palpitante, durante un rato, hasta que casi me ahogo de calor. Fue un poco embarazoso, pero desde ese día, esa chica, pasó a ser especial.

  En aquel tiempo reflexioné durante largas horas, de día y de noche, intentando comprender el sentido y el fin de aquella vida que me había tocado llevar. Hoy me he olvidado de eso. Creo que, por fin, lo he comprendido. Soy un muñeco de nieve dentro de una bola de cristal llena de agua. Ese fue mi destino y así debo vivir. Algunos días pasa Marta, me toma entre sus manos, me da la vuelta, y entonces, en mi mundo empieza a nevar. A ella le gusta -veo sus labios sonreír a través del agua y los copos de nieve-, y si a ella le gusta lo que soy, a mí también.

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