sábado, 23 de mayo de 2009

Noche de lluvia

  Cae la lluvia. Es una lluvia repentina, intensa, que llena de luces de colores el asfalto de la ciudad. El sonido profundo de un trueno retumba en las fachadas de los bancos y el cielo se ilumina con un color azul que encoge el alma. Se apagan los semáforos. A nuestro alrededor, la ciudad es un caos, la gente corre y pierde los zapatos en los charcos, y mientras el mundo se apresura a refugiarse, nosotros disfrutamos de cada detalle de la escena.

   De un modo u otro, siempre sucede así. Cada noche contigo es un mundo, una estación mágica en el tiempo, el regalo de una aventura inesperada. Esta noche la lluvia nos arrastra hacia una forma de la felicidad que es de nosotros dos, que compartimos. De nuevo volvemos a estar juntos, y aunque un abismo sin fondo nos separe, en tu rostro contemplo escenas imposibles: montañas que se elevan hasta el cielo, playas de arena blanca, horizontes de luz y de esperanza, y también tempestades, tormentas, relámpagos y rayos, y campos de amapolas mecidas por el cálido viento de un verano. Esta noche tú y yo vivimos un viaje en medio de la lluvia hacia un lugar lejano donde tú eres el centro de cada sensación y das sentido a todo lo que observo.

 Pasan las horas. Las calles se quedan en silencio y un gran vacío se apodera de todo. No deja de llover, te miro y pienso que esta noche, tu sonrisa y tu pelo mojado son el mejor lugar en el que refugiarse.

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