domingo, 7 de marzo de 2010

Carreteras

Salí de esa parada del metro en medio de ninguna parte. Miré la hora: eran las tres y media de la tarde. Tenía hambre. Decidí buscar algún lugar donde comer algo. Miré alrededor pero sólo había bloques de casas, todas iguales, con ese aspecto de gigantescas colmenas abandonadas. Le pregunté a un matrimonio de gitanos si había cerca algún centro comercial. Me dijeron que no, pero que si seguía por la carretera encontraría uno. El hombre me señaló a un punto en el horizonte. Respiré hondo y me dirigí hacia allí.
Mi mente estaba completamente vacía. Crucé la carretera y continué por la acera que rodeaba unos bloques de casas. Cuando se acabaron las casas llegué a una rotonda inmensa. Crucé por encima de una autopista. Desde el puente miré hacia un lado y otro. La autopista se perdía en el horizonte. Hacía bastante frío; el cielo tenía ese color blanco plomizo de antes de nevar. Continué por el arcén de otra carretera más pequeña. A un lado, entre un muro de cemento y un barranco de tierra, dos hombres marroquíes habían hecho un refugio con unos trozos de plástico. Estaban intentando encender un fuego. Un humo blanquecino salía de la fogata que no acababa de encenderse. El frío arreciaba.
Continué andando y dejé atrás un polígono industrial. Una pareja de chinos intentaban arropar a un niño pequeño que estaba en un carro. El carro había perdido una rueda. Le intentaban tapar con una manta diminuta. La cabeza y medio cuerpo del niño caían a un lado. Una anciana iba con ellos; parecía agotada. Los tres iban en zapatillas. Las calles del polígono estaban desiertas. Salí de allí y continué por otra carretera. Un drogadicto vino hacia mí. Andaba dando vueltas, sin dirigirse a ningún lugar concreto. Caminaba cien metros en una dirección, luego daba la vuelta y me seguía. La primera vez que nos cruzamos vi en sus ojos ese brillo salvaje de los que siempre están solos. Al rato le perdí de vista. Hacía frío; el cielo estaba cada vez estaba más blanco. A lo lejos ya se veía el cartel que anunciaba el centro comercial. Entonces comenzó a nevar. A mi alrededor todo eran carreteras vacías que se perdían entre los copos de nieve blanquecina. Era uno de esos días sin esperanza.

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