jueves, 18 de marzo de 2010

Una mujer dormida

Una lluvia silenciosa caía muy lejos sin que nadie supiera el lugar. En el escenario los músicos desgranaban notas de guitarra mezcladas con ritmos de percusión. Mientras tanto, en el lado más oscuro del mundo, aquellos chavales gritaban, y en sus gritos se mezclaban la rabia, el deseo, y las ganas de amar.
Y la noche era larga, y la noche seguía, y dos cuerpos fundidos en uno sentían que nunca verían el mar. Pero es pronto y es tarde y todos sabemos que no hay nadie que sepa volver a empezar…
Y la vida se marcha a otra parte y el mundo y las horas van quedando atrás. Se ha levantado viento, te observo, y mi alma se rebela en su esquina y cubre de deseo la escalera del bar. Una voz se estremece pendiente de un hilo, unos labios se abren y la sabia de un cuerpo desciende a un secreto lugar. Los jóvenes saltan, pero se acaba el tiempo, la noche termina. Una mujer dormita sobre un campo de errores; es hermosa, es terrible, es joven y eterna, y también es fugaz, pero todo eso ahora da igual.
Y todo este bullicio se transforma en abrazos y pinta una alegría de luces y de sueños. Detrás de cada camiseta manchada de sudor hay escrita una historia, hay una despedida y también un comienzo cientos, miles de corazones, desgarrados, perdidos, caídos, desolados, y uno, tan sólo uno de ellos, encuentra su lugar. Rodeado de monedas, bebiéndose el olvido, en esta hora maldita, he encontrado un pequeño corazón. Aún late enamorado, perdido entre la calderilla, en la caja del bar.

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