jueves, 16 de octubre de 2008

Amanecer a solas en la autopista

¿Azar o destino? Miré el rastro de soledad que había dejado su corazón marcado en el asfalto. Unos cientos de metros más allá un hombre fotografiaba los restos de metal producto del naufragio.
Viajaba solo. Se estrelló en la autopista, contra el pilar de un puente, justo en esa hora extraña en que empieza a amanecer un día cualquiera. Estaba tapado con una de esas mantas de aluminio que nunca tapan nada. Tenía un brazo estirado. Se le había desabrochado la correa del reloj. Llevaba un anillo de casado. Junto a él, alguien había dejado una cartera, sin fotos de familia, sin dinero. Su mano estaba abierta, con la palma vuelta hacia arriba, en actitud de espera. Diríase que a pesar de estar muerto, aún le pedía una limosna de tiempo al nuevo día. El cielo estaba encapotado, el sol, hacía un momento, había salido. Salió muy brevemente, lo justo para deslumbrarle, luego se había vuelto a dormir, casi al instante, tras de la línea gris de un horizonte lejano, inalcanzable.

No hay comentarios: