lunes, 16 de febrero de 2009

Hoy no vendrá

Hace unos días, por una de esas casualidades del destino -yo estaba sentado en un banco, a las dos de la madrugada, observando una puerta cerrada-, conocí a un señor mayor. El hombre se sentó a mi lado y comenzamos a hablar. Me dijo que era de Méjico y que había quedado con una mujer a la que amaba. Tendría setenta años y era pequeño, tan pequeño que yo dejé de interesarme por la puerta y comencé a interesarme profundamente por el tamaño de sus pies.
Mientras me mostraba una vieja foto de una mujer, me contó que había quedado en esta dirección, pero que le habían retenido dos días en el aeropuerto por un asunto de dinero -llevaba quinientos euros y le pedían quinientos cuarenta para entrar o algo parecido-. Total, que, a causa de ese asunto, había llegado con dos días de retraso a la cita más importante de su ya dilatada existencia.
-Así es la vida -le dije yo, por decir algo.
-¡Chingada madre! -me contestó-, no; la vida no es así, la vida la hacen así ustedes, los que viven en este país de pendejos.
-No le digo que no -le respondí, y volví a observar aquella puerta.
El hombre miraba a la puerta también. Estábamos el uno junto al otro, tan cerca, que le oía respirar profundamente.
-Hoy no vendrá -dijo al cabo de un rato.
Me volví y pude ver como brillaban sus ojos diminutos.
-Vendrá -le respondí-, espera un poco más.
No volvimos a hablar. Los dos sabíamos que había perdido la última oportunidad que le entregó la vida, que nunca volvería a ver a esa mujer, que moriría solo y sin dinero en un país que detestaba, sin conocer a nadie excepto a mí -un tipo que miraba puertas-. Yo me sentí fatal, sobre todo por eso de las puertas. El reloj de un edificio cercano marcaba las cuatro de la madrugada. Le compré al chino dos latas de cerveza y le ofrecí una al anciano. Bebimos juntos en silencio. Hacía mucho frío, tal vez por eso el hombre parecía aún más pequeño. Pasamos mucho tiempo mirando aquella puerta. Era una vieja puerta de madera. Una puerta olvidada que ya no usaba nadie. Una puerta cerrada más de una ciudad extraña.

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