Nací en mil cuatrocientos, y hoy es dieciocho de febrero del año dos mil nueve. Ya ven, tengo más de seiscientos años, y ayer he encontrado, por fin, la mujer de mis sueños. Esta tarde nos hemos prometido amor eterno. Ahora me siento viejo; de pronto he comprendido que no soy inmortal, que casi no me queda tiempo, y que la eternidad, a veces, tampoco es suficiente.
miércoles, 18 de febrero de 2009
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