miércoles, 4 de febrero de 2009

Invierno

Son las siete de la mañana de un día de invierno. Las montañas y el prado están cubiertos por una intensa niebla. Se oye un golpear que el eco repite en las laderas, con un sonido seco. Es Jesús Guerrero que está junto al camino, en el pilón donde bebe el ganado. Da golpes con el hacha para romper el hielo. Tras él, un par de bueyes esperan que acabe la tarea.
Jesús parece ausente, está acostumbrado a los silencios. Pasa el verano en los prados de altura. Luego, en invierno, baja del chozo al pueblo, una semana o dos, de vez en cuando.
Jesús retira unas placas de hielo y los bueyes se acercan. Después entra en una choza pequeña de madera, y sale con un haz de forraje. Esparce un poco por el suelo, luego se sienta y mira, sin mirar, hacia la niebla.
Al rato se oye una voz y el sonar de una esquila. Es Marcos, el cabrero.
-¡Jesússss! -grita el cabrero.
Jesús espera hasta que el hombre aparece entre la niebla.
-Qué pasa, que subes tan temprano.
-Náaa, que quiero bajar pronto al pueblo pa la fiesta.
-¿Qué fiesta? -dice Jesús.
-Tu fiesta. ¡Qué ya ha venío, leches!
Jesús se levanta y aparta a uno de los bueyes.
-¿Ha sido hembra?
-¡Que no! ¡Que ha sío varón! ¡Que te ha venío un Jesusito!
-¿Varón? -Jesús se queda un rato pensativo, mirando al suelo cubierto por la escarcha, y sin mirar a Marcos dice:
-Bueno, espérame en el cruce por la tarde. Cuando acabe con el ganado bajo y lo vemos.

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