jueves, 14 de enero de 2010

Bajo el oscuro viento

Bajo el oscuro viento de la noche vago en silencio entre las cosas. Oigo el latir del mundo en la rama del árbol, en la piedra y el río. Desciendo a las profundidades del bosque donde todos los elementos duermen y me tumbo en el musgo a la espera de que acabe el invierno. Crujen los troncos de los árboles y entre las piedras se mueve un viento que corre y corre sin cesar, atraviesa el vacío y deja un rastro de desconsuelo. El vacío es mi casa, que se abre a este viento que ahora llena mi corazón de nieve helada. Y sin embargo mi alma aún sigue ardiendo. Cierro los ojos. Los elementos de la naturaleza duermen y yo duermo con ellos.
Eran las tres de la tarde y hacía demasiado calor para moverse. La ciudad en agosto era un infierno. Las calles eran tan sólo un lugar más de huída y en el parque ya no quedaba nadie excepto una mujer que se sentó a mi lado. Me contó muchas cosas de su vida. Yo estaba adormecido, cansado y demasiado enfermo como para escucharla. No corría ni una brizna de viento. La atmósfera aplastaba el alma y no había forma humana de escapar a esa agobiante sensación. Sin embargo la mujer hablaba sin parar, hablaba, hablaba... Yo estaba demasiado enfermo como para escucharla y al rato me quedé dormido. Me desperté de noche. Tenía mucha fiebre. Brillaban las estrellas. Se había levantado algo de viento. Un viento oscuro repleto de silencios. La mujer ya no estaba. Mi corazón ardía.
Muchos años después nos encontramos y luego de nuevo desapareció. Mientras la recordaba, el tiempo cambió de repente. Yo descendía de la cima de una montaña. Bajo el oscuro viento perdí altura siguiendo una canal hasta un collado. Allí el viento se convirtió en un vendaval que bramaba y rugía enloquecido. No sé porqué ahora no podía quitarme a esa mujer de mi cabeza. Yo estaba muy cansado para mirar atrás. Sólo quería dormir, pensar un poco en ella y luego abandonarme. Agotado de luchar con aquel viento me tumbé a descansar sobre la nieve y me quedé dormido. La nieve me cubrió completamente. Dormí durante mucho tiempo. Recuerdo que soñé con ella. Los dos caminábamos luchando por avanzar en medio de un viento infernal.
Ahora pronto va a amanecer. No se oye nada. El vacío es mi casa, que se abre a ese viento que ha llenado mi corazón de nieve helada. No quiero despertar, estoy cansado. El silencio llena el espacio. La tierra, el fuego, el viento... Todos los elementos de la naturaleza duermen y yo quiero dormir con ellos, pero siempre aparece esa mujer que ahora tira de mí y me arrastra hacia la seguridad del bosque donde me tumbaré en el musgo a la espera de que acabe el invierno.

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