martes, 12 de enero de 2010

Qué fácil es quererte

Perdí la identidad y la razón una noche de marzo, rodeado de estrellas y universos. Junto a mi alma apenas se agitaba una ligera brisa que aún permanecía allí desde el verano. Los amigos que nunca volvería a ver se removían inquietos. Tal vez se habían perdido en lo más hondo de mí. No sé, ahora no recordaba nada, sólo un bosque interior, un espacio muy negro donde se hundía para siempre mi pasado, y todo el caminar del mundo a través de la nieve. Ha transcurrido ya un tiempo demasiado largo y ahora estoy cansado del viaje. Te echo de menos ¿sabes? Hace mucho que no hablo con el río. La magia de aquel pájaro se fue y no regresó, mi saco de dormir ya no sabe dormir a solas, y entre estrella y estrella no encuentro nuestra luna. Este invierno no acaba nunca, no hay ninguna ciudad perfecta, ni existe un corazón donde pueda encontrarla. Y lo peor de todo: recordarte en el alba de aquel amanecer que se escapaba siempre de las manos. Recojo mi experiencia y mi equipaje y guardo entre mis manos el último resquicio de calor que me dejaste. Lo guardo con cuidado. En fin, ahora debo seguir, el futuro aún aguarda. ¿Dónde estarás, amor, en este instante? Qué fácil es quererte en las noches de invierno en la montaña.

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