lunes, 11 de enero de 2010

Cuántas veces

Cuántas veces, a través de las innumerables noches, me he acercado hasta ti, rodeando el centro del misterio, y en el aire cargado de frío te he recordado. Pero ahora, cada noche es más honda, más larga, y allá en el resplandor del horizonte, apenas se ve un rastro de luz. El aire se ha convertido en hielo y hiela el alma...
¿Sabes? Recuerdo aquellas horas cuando tú aún dormías en tu sueño profundo, y las cosas tenían un sentido. La vida no era esto, ahora, por fin lo he comprendido, y el sentir no debía convertirse en padecer. Siempre me fascinaba contemplarte mientras dormías porque encontraba en tu cuerpo el misterio de un universo en orden. Cada cosa tenía su momento en ti -veía en tus ojos cerrados crecer el tiempo interminable-, y tu imagen era un lugar perfecto en el que yo espera ver amanecer. Tu alma lo llenaba todo...
Barro, charcos helados... Barro. Ahora alrededor de mí lo único que permanece y es real, es este caminar eterno atravesando el frío. Mis pies se hunden en este barro helado. Soy sólo este existir de barro y frío...
¿Sabes? Apenas siento nada ya, y no sé si eso es bueno. He perdido el secreto de sentir. Atravesar la oscuridad de un muro que no existe. Dejar atrás el último resto de mi pasado. Qué duro continuar en un frío cargado de futuro. Charcos helados, charcos. Almas que nunca dejan de luchar. Hay tanta soledad en medio de estos campos. Cruje el hielo bajo mis pies. Luces inalcanzables. Horizontes donde se duermen las estrellas que ya hemos olvidado. Almas que mueren en cada charco helado.
Cuántas veces, a lo largo del tiempo, he atravesado una noche como esta, interminable, para intentar encontrarte.

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