jueves, 26 de agosto de 2010

El silencio

Hace demasiado tiempo que viajo hacia dentro. Mi mente ha apagado todas las miradas y el mundo oscurece su rostro. He perdido el camino. ¿Qué dirección seguir a través de este infierno? Desciendo la empinada escalera que me lleva a mí mismo. Turbulencias en mitad de una noche sin fin de verano, y aquí, en esta esquina del mundo, encuentro tu silueta rota, desdibujándose azul, en la bruma.
No hay tiempo. Late demasiado fuerte el corazón. Ahora soy un desconocido para mí mismo. ¿Dónde están mis recuerdos? Tal vez quedaron muy atrás, rotos, muertos, esparcidos por el camino viejo del vacío.
Aquello que no existe era mi vida.
Es de noche, y de nuevo, el silencio atraviesa la calle como un suspiro. Duermes, y en tu respiración se esconde el sonido del mar. Me concentro: ¡qué bonito el silencio flotando en la paz de esta noche en calma de verano!
En el ritmo de tu respiración se esconde el misterio del tiempo, el paso de las horas, la corriente de agua, el deshielo de todas las estaciones. Te contemplo dormir y viajo contigo en tus sueños y percibo en mi alma el crujir de madera de los barcos antiguos, una estrella fugaz, el paso de la luna por el cielo. Eres cada rayo de luz que atraviesa el espacio, el misterio de todo lo que existe, el sonido del mundo, una sirena azul, que duerme sus anhelos, varada aquí, en este arrecife sin nombre de mi cama.
Te contemplo dormir y la noche también eres tú, y se mezcla la vida y la muerte, y también el instante sin fin de lo eterno.
Suspiro. Hace demasiado calor esta noche. Se prolonga el verano. Late demasiado deprisa el corazón. Me revuelvo y te beso en un hombro.
Me fascinan tus mundos, los demonios que habitan en ti, los abismos que se forman cuando beso tus labios y acaricio tu espalda. ¿Quién te trajo hasta aquí? No pareces real. Algunas veces pienso que no eres más que un sueño perdido en un lugar sin nombre de mis sueños.
Duermes y tu respiración trae a mi corazón imágenes de cielos al atardecer, de paisajes helados, de ríos, de flores, de prados, de bosques, de lugares de ensueño. A veces no pareces tú y sin embargo, quisiera rescatarte de tu invierno, pero no queda tiempo.
Y mientras tanto yo, dibujo tatuajes en tu espalda.
La noche se extiende sobre mi alma como un desierto negro; avanza sin cesar y algunos sentimientos inundan de nostalgia el cuarto en el que habito. Cada cosa que pienso me atraviesa y se pierde de un modo irremediable en el olvido. Todo queda definitivamente atrás, y sin embargo, algunas veces me asomo a los abismos de tus labios y decido que no hay ningún lugar mejor que este que ahora comparto.
Aunque ya no me queda casi nada de ti.
Me duermo yo también. El silencio atraviesa mi mundo y navego en la noche, y me dejo llevar, como un barco fantasma a la deriva.

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