miércoles, 4 de agosto de 2010

Perdido entre tus cosas

Me he estrellado esta noche en la luna y he soñado que no sé volar. ¡Qué calor esta noche!: te recuerdo entre sábanas dulces, te recuerdo en los cuentos perdidos. Me duermo. Silencio: por favor apagad las estrellas. Dejadme: me alejo; eres el caracol oscuro, la ensalada del mundo, la sombra en la entrada de mi caverna. Pero dime: ¿porqué llamas en este instante ante mi puerta? ¿No sabes que he perdido el último resquicio de mis manos? ¿No sabes que he extraviado mi alma entre tus cosas y ahora no puedo dormir?..
Yo bebo de tus labios el aire de la noche, el viento que me arrastra.
Eres el caballo veloz, el reguero de polvo de estrellas que yo atrapo al vuelo, la palabra que brilla, el silencio, pero dejemos eso; tenemos que arreglar el coche, gastarnos el dinero en el dentista, comprarte unos zapatos y una falda, saltar la estratosfera azul y no matarnos. A veces me pregunto como cabemos juntos bajo un mismo paraguas…
Ahora comprendo que he olvidado la forma, el lugar, y hasta el momento. Los pájaros que llegan cada año con su puntualidad atroz, la nevera que se quedó vacía y en silencio. El monótono y persistente canto de los grillos. Lo he olvidado todo sólo para pensar en ti…
Se oyó un frenazo en la calle: tú y yo íbamos caminando juntos, cogidos de la mano. Nos volvimos. Recuerdo que era agosto y por la tarde. Tú estabas preocupada por algo del trabajo. Era una tarde sucia. La gente se arremolinó, se oyeron gritos. Bajo el coche yacían destrozados: un unicornio gris, dos ballenas azules y trescientas promesas de futuro… Los gritos se hacían más intensos.
Tú no querías mirar. Nos fuimos de allí muy despacio. Yo pensaba en nuestros problemas, en las cosas que tanto nos duelen cada día. Tras de nosotros se oían aún los gritos a pesar de que estábamos muy lejos. Llegaron ambulancias. El unicornio gris y esas ballenas… Ellos sí que tenían un problema…
La bóveda del cielo requiere ser pintada cada tarde, como cualquier habitación que un hombre sin familia alquila en un cochambroso edificio del centro de una ciudad poco amigable. Requiere ser pintada –ya lo he dicho-, pero a veces resulta ser demasiado grande y uno solo no puede. Entonces se busca un superhombre –tal vez alguien que pertenezca a una de esas otras ciudades que no visita el sol, una del norte-, o busca una mujer, o cambia de cielo y de trabajo, o simplemente espera con paciencia a que todo eso le caiga encima, y mira hacia otro lado, deseando, eso sí, que, a ser posible, todo eso suceda mientras duerme…
Pero todo da igual, la noche se prolonga eternamente. En medio del calor y de la noche tú te quedas helada. Mujer de curvas infinitas, no te escondas bajo las sábanas salvajes. Sígueme a mi escondite y juntos, comeremos de nuevo indescifrables setas en ese restaurante chino de tu barrio. Y no temas, de pronto, a que llegue el olvido y nos atrape. No llegará a alcanzarnos cuando se acabe el sol en la tarde sombría. Mi hogar es un punto perdido en el espacio y los perros sin nombre del pasado esperan en la esquina de mi vida –me duele el corazón y sin embargo, algunas veces todo esto me recuerda que estoy vivo-. Ya ves, ando perdido entre tus cosas. Ya ves, ando perdido.

No hay comentarios: