viernes, 27 de agosto de 2010

Reflexiones en la incineración de un amigo

Nadie conoce a nadie ni sabe la razón del porqué cualquier amigo decide dejar de existir para el mundo en un momento concreto de su vida. Hacerse humo debe ser una sensación extraña; como un cambio de sexo o de color de piel.
No sé, pero creo que últimamente estoy leyendo demasiada poesía surrealista y eso me afecta. El problema es que no sólo afecta a mi escritura: también afecta a mi corazón. ¿Cómo se estropean las cosas?
Y hablando de cosas que se estropean: lo descubrí ayer, por casualidad: me había picado un insecto en el tobillo –mosquito, araña, pulga, qué sé yo…-, me fui a rascar y me dolía. Estaba inflamado. Estaba bastante inflamado. Tal vez no tanto, el caso es que yo no me había dado cuenta. Ahora dolía.
Esta mañana está mucho peor. Quizás por eso me he puesto a hacer recuento de todas mis pequeñas averías.
En los últimos meses se me han fastidiado los siguientes engranajes de mi cuerpo: un hombro, dos riñones, la muñeca derecha, dos dientes, unos pantalones vaqueros –que ya eran parte de mí, después de tanto tiempo-, y además de todo esto, un par de veces se me ha partido el corazón –una vez fue en el metro y me puse a llorar delante de todo el mundo ¡qué vergüenza!, pero es que eso sí que dolía de verdad-. Seguro que me dejo algo. En fin…
Mal asunto, me deprimo (no debería haber hecho este ejercicio).
Pero sigo en la brecha –me digo a mí mismo-, y me dejo crecer la barba porque me está saliendo una mancha con forma de paella de marisco en mitad de la cara –probablemente es un antojo de última hora, o tal vez es el último antojo de mi vida-, no lo sé, pero sigo en la brecha, -me digo a mí mismo-, aunque la verdad es que ya no sé muy bien qué hacer o qué pensar, pero sigo escribiendo.
No sé si es el paso del tiempo o la mierda de vida que he llevado. No sé… Tal vez es esta forma de ser o… ¿Qué estaba diciendo?: ¡ah, sí!: hacerse humo debe de ser una sensación extraña, como un cambio de sexo o algo parecido. En fin, es viernes y la vida sigue –sigue para algunos, quiero decir, para este amigo, no-. Y busco en mis bolsillos y creo, que entre otras muchas cosas, también he perdido esta mañana el ticket del aparcamiento. Miro a mi alrededor: la vida es más surrealista que toda esa poesía.

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