domingo, 5 de julio de 2009

En la noche

Se sentó sobre un banco de piedra. Era de noche y se había levantado algo de viento. Miró al cielo pero no vio nada; tan sólo una inmensa mancha negra. Cerró los ojos y comprendió que estaba cansado. Demasiado cansado como para pensar. Intentó recordar. ¿Cuanto tiempo había pasado desde que ella se había ido? Probablemente más de un mes. Le dolía la cabeza y sintió como todo el cansancio que había acumulado en los últimos días se le iba metiendo dentro, apoderándose de cada rincón y cada fibra de su ser. Una vez más no quería vivir. Ese era el gran problema. Ella no estaba y él ya no quería luchar por nada más. Le aburría vivir. Entonces, mientras pensaba eso, el agotamiento le venció y se quedó dormido.
Durmió profundamente sobre el banco de piedra y soñó que el espacio se abría ante sus ojos y que él miraba dentro. Vio luces azules y amarillas, polvo estelar, galaxias formándose en el cielo de la noche. Era fascinante contemplar aquello. Ahora, de nuevo brillaba la luz y las cosas habían recobrado su latido, y todo el color y la belleza habían regresado de nuevo al universo. En sueños, notó que alguien le acariciaba el rostro y abrió los ojos. Ella estaba a su lado.
─Pensé que no ibas a volver, ─dijo, sin haber despertado aún completamente.
─ Pues ya lo ves, he vuelto ─le respondió ella.
Ella le miró fijamente, como si tuviera algo muy importante que contar, pero sólo le preguntó:
─¿Qué has hecho?
─He estado escribiendo.
Entonces ella sonrió con su sonrisa de siempre. Él contempló su rostro y luego miró al cielo. De nuevo brillaban las estrellas.

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