martes, 7 de julio de 2009

Miradas

El pez mira la luna fijamente. Bajo el agua, la luna tiene un aspecto fascinante; se mueve, sube y baja, lanza destellos… Su luz parece tener brazos, y ojos, y miradas. El pez mira la luna, la mira desde siempre, y no sabe porqué, sólo sabe que no puede dejar de hacerlo. Yo observo al pez. Desde la orilla, el pez parece un animal extraño, inmóvil, flotando suspendido entre dos aguas. Es curioso observar cómo mira la luna. Una rapaz nocturna me mira a mí, posada en la rama de un árbol. Yo estoy sentado, en medio de la oscuridad, sobre una piedra, junto a un pequeño salto de agua. El ave me mira fijamente. No se oye ni un sonido que rompa este silencio. El pez mira la luna. Probablemente, para este pez, la luna es otro pez lejano, que flota entre las aguas de un río inalcanzable. La luna mira al pez, con su mirada extraña. Yo miro al pez, al ave y a la luna, y entre tanta mirada, sin casi darnos cuenta, se nos pasa esta noche en la montaña.

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