viernes, 17 de julio de 2009

Progresar

   El cuarto día todos los sherpas regresaron y continuamos avanzando, solos, el viejo y yo. Llegamos hasta el campo de hielo y allí se despidió. Me dijo:

-Atraviesa el glaciar por esa zona, evitando las grietas de la parte de allí. Sube hasta la ladera norte y asciende todo lo que puedas tratando de mantenerte alejado de los sitios donde hay peligro de avalanchas, después haz una travesía a la izquierda y llegarás a aquella arista. Asciende por ella sin mirar atrás.

   Después de decir eso el viejo permaneció en silencio. 

-¿Y luego? -pregunté yo.

-No sé -respondió el viejo-, nunca subí tan alto. 

   Ahora, sentado en la arista de roca, en medio de la ventisca, con el alma encogida de angustia por el miedo a lo desconocido, pienso que en la vida todo es así: ascender tu montaña día a día, hasta llegar a un punto en el que nadie puede ayudarte. Llegar al punto crítico donde no hay vuelta atrás y luego continuar subiendo, siempre subiendo, hasta que se acaba la roca o se acaba tu vida.

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