Mientras observaba la escena pensaba en que no existía una única realidad. Cada uno de nosotros vivía inmerso en una realidad propia, que se había creado despacio, a través de los años. Una realidad moldeada a partir de experiencias, de miedos, de triunfos y fracasos. Una realidad que no tenía nada que ver con la de cualquier otro.
El tipo señaló con un dedo a aquellas dos mujeres. “Ya os estáis largando, o vengo con un palo y os abro la cabeza”. Las dos mujeres se fueron a otra esquina seguidas por los insultos y gestos obscenos de aquel hombre.
-A mi nadie me niega un cigarrillo -dijo, mirándome con sus ojos vacíos-. A mí nadie me niega un cigarrillo, y menos esas dos. ¿Tienes un cigarrillo?
-No –respondí, aspirando profundamente el humo del cigarro. El hombre me miró fijamente, como si no entendiera.
-Pues eso –dijo-, que a mi nadie me niega un cigarrillo –y se marchó a otro banco.
El tipo señaló con un dedo a aquellas dos mujeres. “Ya os estáis largando, o vengo con un palo y os abro la cabeza”. Las dos mujeres se fueron a otra esquina seguidas por los insultos y gestos obscenos de aquel hombre.
-A mi nadie me niega un cigarrillo -dijo, mirándome con sus ojos vacíos-. A mí nadie me niega un cigarrillo, y menos esas dos. ¿Tienes un cigarrillo?
-No –respondí, aspirando profundamente el humo del cigarro. El hombre me miró fijamente, como si no entendiera.
-Pues eso –dijo-, que a mi nadie me niega un cigarrillo –y se marchó a otro banco.
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