jueves, 30 de julio de 2009

Un tipo que pasaba por allí

A los cuarenta se compró una pistola para quitarse la vida, y plantó algunas semillas para que perdurara su paso por el mundo. Nunca supo muy bien adónde iba. Su corazón latía fuerte, pero de un modo extraño, sin seguir un compás determinado. Algunas madrugadas, pensaba en que Bob Dylan vivía en alguna parte, aunque, probablemente, ya no escribía nada, ni volvería a escribir jamás. Mientras él observaba, Dios componía versos sobre un mundo en desorden y un pintor acosaba a una puesta de sol. La vida eran dos cosas: triunfar y ser amado y ese hombre aún no tenía un yate en alta mar. Ángeles derrotados, cuentos para hacer guerras, negocios imposibles, caras de porcelana que escondían los rostros de la desilusión. Escribió mil palabras en un libro de sangre, ocultó las mentiras de su desolación. Cada noche era un mundo, cada objeto un silencio, cada espera un camino hacia la incomprensión. Ahora ha pasado el tiempo y ya no espera nada, cortaron aquel árbol, apagaron su estrella, la calle ahora está en obras, la farola no luce y aquella melodía que un día le acompañó, ahora es la banda sonora que habla de su fracaso, la melodía triste de cada decepción.

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