miércoles, 5 de agosto de 2009

Cansancio

Estaba sentado en las escalinatas que descendían hasta perderse bajo las aguas verdosas del estanque. Frente a él, dos cisnes picoteaban unos trozos de pan que alguien había tirado. Pensó en todo lo que le había sucedido aquel último año y sintió como si una avalancha de tiempo y soledad cayera sobre él. De pronto se sintió cansado y viejo. Demasiado viejo y cansado como para continuar.
Eran las cuatro de la tarde y el parque estaba desierto. A su espalda cantaba un pájaro y al fondo, una pareja de ancianos dormitaban, sentados en un banco. Hacía calor y aunque estaba a la sombra, sintió como si el aire le aprisionara el alma. Suspiró y al instante un viejo pensamiento vino de nuevo a él: su vida había girado en círculos. Se recordó a sí mismo, sentado en esas mismas escaleras, cuando era sólo un niño y se había escapado del colegio. Todo en su vida había sido un completo fracaso. No había aprendido nada, no había avanzado nada, no había superado nada, y ahora, después de tantos años, comprendió que ya era demasiado tarde, que nunca llegaría a ningún lugar, y lo peor de todo era que ahora, llegado este momento, ni siquiera sabía qué ideales quería conservar. Comprendió que lo había perdido todo, hasta esos sentimientos que tanto había cuidado, y se sintió vacío. Sintió un vacío dentro que era desgarrador.
Un par de pájaros pequeños se posaron junto a sus pies. Los observó. La vida es una mierda, dijo, y los pájaros retrocedieron dando pequeños saltos. La vida es una mierda, repitió, y se durmió agotado. Eran las cuatro de la tarde de un día de verano y el mundo entero parecía dormir. Quizás todos estemos muertos, quizás el mundo entero ha muerto y ya no hay un motivo por el que luchar, murmuró, antes de quedarse dormido por completo.

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