domingo, 2 de agosto de 2009

Separación

El ángel de las catástrofes voló sobre su corazón y en la casa en la que habían vivido se rompieron los platos, los vasos, los retratos. Exploraron a fondo el territorio abrupto de sus quejas, y en la mesa vacía ya no quedó nadie a la hora de la cena. Se apagaron las luces y cada habitación fue un reino de silencio. No había cortafuegos, ni gestos, ni palabras que fueran capaces de extinguir la furia de sus desencuentros. Las caricias huyeron. Él encontró un camino hacia rostros extraños, hacia pieles lejanas, hacia labios que tenían otro sabor, mientras tanto, en la casa todo siguió su rumbo cotidiano. Se apoderó de ellos el mal de la rutina, el trabajo sin ganas, el dolor de vivir entre restos humeantes de una forma de vida fracasada… Nunca hubo dos seres más extraños compartiendo una misma cama. Nunca hubo dos almas destrozadas más unidas en la separación.

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