lunes, 24 de agosto de 2009

Sin esperanza

Salía fuego de los objetos. El aire no se podía respirar. El mundo entero parecía haberse convertido en una hoguera furiosa y turbulenta. Llegará el invierno, me dije, y llegará de pronto, cuando menos lo esperes. Llegará de nuevo ese maldito invierno, con sus noches de hielo y sus días de frío. Ahora, lo único que queda es resistir. Resistir al calor, con paciencia y con determinación. Continuar atravesando este absurdo desierto sin vida, con sus horas eternas de sol, su mediodía muerto, su tarde, su verano... Sin pararte a pensar; deslizándote lo más suave posible en medio de la noche, enredado en tus sueños, como esa gaviota que, en su vuelo, aún parece dormir, con los ojos cerrados, a solas, sin ninguna esperanza. ¿Cuanto tiempo se puede volar con las alas quemadas?, pensé, mientras mis pies, a cada paso, se hundían en la arena de ese espacio infinito. Frente a mí, hasta donde alcanzaba la vista, todo era igual. No había nada más que arena. Un infinito mar de arena blanca sin fin y sin sentido.

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