lunes, 2 de marzo de 2009

Amanecer a solas

Aquella noche de nuevo no cantaron las sirenas. Tras la resaca de su última relación había vuelto a su lugar de siempre, a la patria de los que no tienen nada. Se sentó en el salón de aquella vieja casa alquilada y se quedó mirando al suelo. Las tablas de madera estaban cubiertas de una mugre que ya era imposible erradicar. Pensó que su vida, a lo largo de los años, se había convertido en algo parecido a ese suelo. En la calle amanecía y el mundo volvía a contemplarse con su mirada de cristal. Sacó un cigarro y fumó en silencio. Una noche más en esta celda azul -murmuró muy bajito-, y se tendió a dormir en el sofá.

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