lunes, 23 de marzo de 2009

En el corredor

Al final del corredor tampoco había nadie y sin embargo, él había seguido a una sombra que se deslizaba en silencio en la penumbra. Se quedó allí parado, frente a la pared, sin saber bien qué hacer, perplejo y abrumado ante el hecho de no poder continuar.
Regresó tras sus pasos palpando las paredes con los brazos abiertos. El yeso estaba frío y en algunas zonas, mojado de humedad. Había agua en el suelo y oía el ruido del chapoteo de sus pasos. Buscó un interruptor pero no lo encontró. Caminó y caminó durante mucho tiempo. Había algo de luz pero no conseguía averiguar de dónde procedía. Paró un instante: pensó que regresar le llevaría mucho tiempo. Tal vez días, o meses, dudó qué hacer y se frotó los ojos en un intento inútil de distinguir algún objeto en la penumbra, que ahora se hacía más oscura y profunda a cada paso.
El corredor parecía no tener fin y él iba tras aquella sombra. La sombra a veces se acercaba y a veces se alejaba un poco; otras veces daba la sensación de que se rezagaba. Allá en la oscuridad del corredor, caminó tanto tiempo tras de la sombra que ya no distinguía quién era él y quién era la sombra.

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