domingo, 28 de junio de 2009

Aquel verano

Aquel verano solían pasar las noches tumbados en la hierba. Ella miraba las estrellas, y él la miraba a ella. Los dos eran muy jóvenes y no puede decirse que hablaran demasiado. Él acariciaba su pelo y ella se limitaba a dejarse acariciar. Nunca hubo dos personas que estuvieran tan juntas sin hablar.
Una tarde rompieron la rutina y fueron juntos a una sala de cine. En la pantalla salieron unos pájaros y ella apretó su mano fuertemente. Resultaba algo extraño verla tan asustada. Él miró dentro de sus ojos y encontró en ellos una forma nueva y desconocida de terror. En ese instante su instinto le advirtió de que algo irremediable acababa de empezar.
Salieron de aquel cine como si no hubiera pasado nada. Nunca hablaron de eso, pero los dos sabían que ya nunca sería nada igual. Algo oscuro, siniestro e inhumano había sucedido en esa sala y él supo que iba a cambiar el curso de sus vidas para siempre. Algo que él percibió como una maldición, se había apoderado del alma de esa chica y allí se quedaría y no se iría jamás. Vivieron aquel año como si fuera el último. Se quisieron a muerte, desesperadamente. Él la quiso con toda el alma y ella le quiso a él. Luego, por Navidades, una noche igual que cualquier otra, de pronto, todo aquello terminó.
Él se casó con otra. Ahora tiene dos hijas y una casa en una playa de moda. Ella vive ingresada en un psiquiátrico. Él a veces aún piensa en ella. Hace muchos años que no va a verla, no puede soportar verla en aquel lugar.

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