domingo, 7 de junio de 2009

En la noche

Es muy tarde para casi cualquier cosa y sin embargo la avenida se agita con su carga de triste humanidad. Ha llovido y el suelo está mojado; inesperadamente ha regresado el frío a la ciudad como un hermano enfermo que volviera de pronto de muy lejos, en el peor momento.
Dos policías empujan a un hombre ebrio contra el cierre metálico de un comercio que suena con estrépito. El hombre cae al suelo y otro intenta ayudarle por detrás. El policía se vuelve y grita algo. La gente sigue su camino sin ver apenas una fracción de lo que va a ocurrir. Habrá una puñalada, un muerto, un niño sin un padre, dos juicios, tres condenas, un infierno sin fin de vidas que han colisionado en un instante…A cien metros de allí hay una prostituta negra, estilizada, con un cuerpo que se eleva directo hacia los cielos. Está mojada y en su piel se reflejan los deseos del mundo. Los dioses y demonios de media humanidad. Hay una religión que vibra en esa piel, un mundo que se agita, un desierto sin fin y un paraíso, un refugio, una cárcel, misterios, historias, perdiciones… La mujer china corre y esconde su bolsa de mercancías ─cuatro latas, dos bocadillos y tres paquetes de tabaco─, entre la rueda y el tubo de escape de una moto. A su lado, una anciana intenta recoger unos paquetes y marcharse de allí, pero ya es demasiado tarde, un policía la coge de la manga. Todo resulta demasiado tarde en su mundo cargado de años y miserias. En la noche se agitan las historias, la vida y la muerte caminan de la mano, bailan un vals enloquecido con la felicidad y la desolación. Mientras tanto, ella pasa volando, ajena a todo este escenario, seguida de su ángel, como alguien a quien no pudiera transformar todo este gran dolor.

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