lunes, 1 de junio de 2009

Todo en ella

Aquella tarde, mientras la observaba bañarse en el río, podía ver con toda claridad como en su cuerpo estaba contenido todo el carácter y la profundidad de su lejana tierra, el alma de su pueblo, su mundo, su historia y su pasado. Por sus venas corrían las aguas del Mar Báltico, el viento del Mar Negro, el frío azul y la tormenta gris que hace crecer la tempestad en las costas del mar de Barents. Su pelo se perdía en las ondas del Lena, del Volga, del Amur. Todo en ella era una promesa de encontrarse en el límite de una Tierra Nueva desconocida, un archipiélago de luz en un lugar que nadie había descubierto aún.
Aquella tarde, mientras la observaba bañarse en el río, sentí en mi corazón, con una intensidad insospechada, esa fuerza ancestral que emergía de ella, el alma de aquellos bosques, la taiga en las noches de invierno, la luz de la luna que pinta de hielo los Urales, el cielo perfecto de Siberia, los ojos de los lobos hambrientos, batallas, invasiones, muertes y nacimientos, imperios, dinastías, palacios, puentes, pueblos. Músicos y escritores, zares, príncipes y princesas, reyes, revoluciones, dioses, hombres, mujeres, niños, estepas interminables... La belleza de la vida, la fuerza y la libertad, la sangre de sus antepasados, el futuro y la esperanza, todo dentro de ella.

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