martes, 16 de septiembre de 2008

La melancolía del diablo

Salgo de tu alma: camino hacia ningún lugar. Siento que soy el pasajero de una piedra redonda y desolada. Llevo cien años instalado aquí, ejerciendo mi papel de “okupa” en este infierno. Desde mi corazón, un día, lejano ya, perdido entre las sombras, llamé con un lamento al tiempo, al mundo, a la belleza. He cargado con todo mi equipaje un largo trecho pero, esta noche, he arrojado al río de la soledad todas mis pertenencias. Ahora, mientras recorro la ciudad, comprendo que las calles han cambiado, que ya no puedo cantarle mi vieja canción de amor a aquella camarera. Esta noche las calles del pasado han desaparecido, se han cargado de nombres que no me dicen nada. Tal vez yo he sido el responsable de todo el mal del mundo, eso dicen de mí, nadie me quiere bien y por eso me oculto en las sombras del mar y en la tormenta. Quisiera regresar a mi pasado, pero siempre me encuentro con ese Dios cruel que no perdona, y tengo que seguir así, como he hecho siempre, perdido, interpretando mi papel. La vida no me da una tregua. Curiosa vida esta, llena de páginas absurdas de un diario desolado. A veces me acompaña un poco el existir de este vivir intenso del fracaso, y entonces, me bebo el vino amargo y dulce de los desesperados. Dentro de un par de horas me sentaré en silencio a contemplar esa forma de amanecer que permanece oculta a todas las miradas. Algo bueno tenía que tener mi triste condición. Ahora la recuerdo, siempre sucede así cuando se acerca este momento. Ella también tenía su carácter, y decidió que todos eran buenos menos yo. Nunca podré culparla. Tenía la piedad sin corazón de los verdugos, y ahora, después de tanto tiempo, aún conservo intensamente vivo su recuerdo. Sus caderas al viento, entre las llamas, llenan esta noche mis ojos de lágrimas y luz. El aire levanta su vestido. Rugen furiosas las llamas del deseo en mi cerebro. Sacudo la cabeza. Es mi momento: camina por la acera un hombre. Al doblar la siguiente esquina espera un delincuente. Ahora a trabajar, que se hace tarde, y el mal no pierde el tiempo.

2 comentarios:

Mar Sanfrancisco dijo...

Esta noche, he arrojado al río de la soledad todas mis pertenencias....bueno, bueno, este relato esta lleno de frases para guardarlas, simplemente me ha encantado Ángel.

Besotes.

Angel Pasos dijo...

Gracias Mar. Un abrazo.