martes, 9 de diciembre de 2008

Después de diez años

Después de diez años de nuevo regresé a aquella casa. No había cambiado nada. Yo seguía sentado, leyendo, en el sofá, y Ariadna ordenaba montones de ropa lavada, en la mesa de madera del salón. Mi perro dormitaba en la cocina y había dos bolsas de basura preparadas, junto a la puerta, para que las bajara al contenedor.
Miré la librería. Alguien había colocado una pecera con cinco peces rojos. ¡Qué extraño! ─pensé yo─, no recuerdo haber comprado eso. Dejé el libro a un lado, y me acerqué a la pecera. Cogí un bote y eché un puñado de comida a aquellos peces. Entonces me fijé mejor: yo no era el hombre que estaba alimentando a aquellos peces. Acerqué el bote a mi nariz y olí su contenido. Noté como algo se revolvía en mi interior. El olor era nauseabundo y ese hombre no apartaba la nariz. La comida flotaba sobre el agua. Sentí una repugnancia visceral. Salí de allí como alma que lleva el diablo, dejando a ese desconocido oliendo aquella cosa. Ya no recuerdo nada más, excepto que, después de diez años, de nuevo regresé a aquella casa. No había cambiado nada. Yo seguía sentado, leyendo en el sofá, y Ariadna ordenaba montones de ropa lavada, en la mesa de madera del salón.

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