miércoles, 10 de diciembre de 2008

Lo que comió la rata

Aquella noche Iris sabía que era algo absurdo y doloroso vivir con esa sensación de ser una infeliz, y sin embargo, algo en su interior le hacía estremecerse de terror, cuando intentaba cambiar cualquier mínimo aspecto de su vida. Allí, en la monotonía de su infelicidad, Iris había construido su casa; un sitio imaginario pero tan real, como el viejo puente de piedra que atravesaba ahora.
Hacía viento y comenzó a nevar. Pequeñas gotas de hielo se quedaban pegadas a su abrigo. Reprimió un fuerte escalofrío, se encogió e intentó caminar más deprisa. Entonces una voz resonó detrás de ella. La oyó con toda claridad. La voz decía: “Iris, no dejes de mirar atrás, porque lo que comió la rata, fue comido por el gato que devoró a la rata, que fue comido por el perro del callejón. ¿Recuerdas, Iris? El perro del callejón, que fue devorado por la rata que había comido aquello”.
Iris miró hacia atrás. El eco de la voz sonaba en su cabeza. La nevada arreciaba. No había nadie. Sólo la oscuridad, rota, aquí y allá, por la tenue y amarillenta luz de las farolas. Iris recordó el perro muerto y aquella rata que estaba royendo su cadáver. Ella era muy pequeña. Sólo era un sueño, ¿o no?, ¿porqué lo recordaba? Sintió un zumbido en la cabeza y de nuevo oyó la voz. Iris caminó más deprisa. Oyó el ruido agitado de su respiración y el golpeteo de la sangre en las sienes. Ya casi había atravesado el puente. De nuevo aquella voz. Se tapó los oídos con las manos. Estaba llegando al otro lado. De pronto se paró y miró hacia atrás. La voz había callado. Un gemido escapó de su garganta. Echó a correr. En medio del puente, la rata de su sueño la esperaba.

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