martes, 16 de febrero de 2010

Momento

Observo la quietud de ese espacio dormido en tu rostro. Te observo, y alrededor de ti presiento gigantescas ventanas de luz, millones de estrellas, y todo es tan lejano y tan distante como un recuerdo. Sin embargo, mientras la noche se deja acompañar por esta sensación, ladera abajo siguen creciendo aún las rocas que sembramos, el loco atardecer que pintaron los pájaros de invierno de tus pies sobre el musgo mojado, la sencillez de un gesto que me hacía volver de nuevo a ti –girabas la cabeza para apartar el pelo-, siempre, después de despeñarme en mis infiernos. Y hay tanto momento en el momento. El tiempo que gastamos escribiendo palabras de agua, tratando de cruzar, solos los dos, ese río de infinita amargura, de la mano del viento, compartiendo un naufragio de sombras y vacío que el destino nos había hecho justo a nuestra medida.
Se ha nublado, ha empezado a nevar y hemos vuelto a perder otro recuerdo. No llores, por favor. Cuando lloras caen ángeles pequeños de los cielos. Sus ojos tienen fiebre de vivir pero, en los charcos, apenas queda ya un resto de vida. Se hiela el mundo. No llores, por favor, mi amor, sigue durmiendo.

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